domingo, 21 de febrero de 2010

El Camaleón



El Camaleón

Esta especie de camaleón es bastante rara. Solo al tío Alfredo se le podría haber ocurrido traérmelo de regalo. Pero ya estaba en casa y mamá tuvo que aceptarlo.Compramos una pecera. Desde allí nos miraba.Era de un color verde bastante apagado.
El primer cambio lo vimos cuando murió el canario. Ese día su color cambió .Se lo veía violáceo. El cambio no pasó desapercibido para nadie. Menos para mí, que el día anterior me había dado cuenta que su coloración mutaba ante cualquier acontecimiento no esperado.

En el trabajo de papá había problemas en aquel año de dos mil uno. Poco a poco las fábricas se iban cerrando y dejando a la gente en la calle. La crisis no parecía tener fin. Las discusiones en casa eran cada vez mas frecuentes. Entonces mi mascota, poniéndose amarillo con veinticuatro horas de anticipación, me avisaba de alguna especialmente violenta. Si esto ocurría, me quedaba a dormir en casa de algún amigo.
Normalmente, papá, era un tipo tranquilo. Ahora empezaba a llegar cada vez mas tarde y en ocasiones creo que venía medio borracho. Parecía otro hombre. Mi madre, antes alegre y dicharachera, solo atinaba a servirle la comida y callar.

Una tarde el camaleón se torno de un color rojizo. No supe como interpretarlo. Al otro día, a las doce, llegó papá, abatido. Todo en él era tristeza. Nunca lo había visto así. Traía un telegrama en su mano. Era el tan temido despido. Mamá no estaba, había salido a hacer las compras. Papá salió y me dijo: “Me voy al sindicato”
Esa noche, ya muy tarde, me despertaron las voces que llegaban de la cocina. Era papá que decía: “en el gremio me dijeron que solo me queda hacerles juicio, pero va a demorar por lo menos cinco años. ¿Quien me va a dar trabajo con la edad que tengo...”Mamá trataba de consolarlo. Al rato creí escuchar sollozos. Papá lloraba. Al final el sueño pudo más y me dormí.

A medianoche desperté. Fui a la cocina a tomar agua. Pasé frente a la pecera. Mi animalito, no sabía de que color ponerse: rojo, violeta, amarillo, nuevamente rojo. Me miraba fijamente. ¿Estaría enfermo? Lo único que faltaba. O como era su costumbre, a lo mejor quería avisarme algo.
La respuesta la tuve con las primeras horas de la mañana, cuando el grito de la vecina nos anotició, del suicido de papá.

Juan josé García Zalazar

No hay comentarios: