Ausencia
La huella de tu cabeza en la almohada. Las sábanas, oleaje confuso
de mar encrespado. Una frazada tirada a
los pies en montón anodino de tibiezas. La nariz pretende apropiar el suave perfume que flota indeciso por irse.
Alguna calidez me llega a las palmas de las manos cuando pretendo acariciar la
blancura del algodón. Creo sentir el eco de tu voz cuando poniéndote el último zapato dijiste, “me voy”.
El velador ha quedado encendido. Todavía la puerta murmura el quejido sin
aceite de las bisagras. Sobre la mesa, un vaso a medio llenar y el cigarrillo
que no terminaste. Mi ansiedad, que no sabe de ausencias, ya se duele por tu
regreso.
Y apenas si te has ido…
Juan José García Zalazar
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