domingo, 13 de septiembre de 2009

El soldado


El soldado


A nuestros queridos hermanos que quedaron
en el sur.

Este silencio también da miedo.
Solo escucho, cada tanto, el sordo bramido de algún cañonazo. ¿O será que esta por llover? Desde que estamos en estas islas a llovido todos los días. Salvo ese sábado que nos dimos el gusto de jugar al fútbol con una pelota de trapo como hacíamos en Tucumán. ¡Les ganamos tres a dos a los infantes!
Hace ya bastante tiempo que nos trajeron en un gran avión y en cuanto bajamos, un oficial nos gritó que estábamos para defender a la patria y que el enemigo venía a nuestro encuentro. Desde entonces empezamos a esperar el combate. Todo el tiempo imaginando como sería y que haríamos.
Hasta esta mañana en que de golpe se desató el infierno. Los cañonazos primero, después los helicópteros ametrallando y tirando misiles. Todo fue repentino, el fuego, el ruido, el humo. Nosotros alcanzamos a tirar un par de salvas, antes que el cielo se volviera negro y el estruendo nos ensordeciera. Pude ver como los extraños soldados se dirigían a nuestras posiciones. Tirando con sus fusiles, siempre tirando. El enemigo parecía más alto, mas seguro, la tropa avanzaba con decisión. Casi al trote. Eso fue lo que más me impresionó. Suponíamos que tendrían que tener miedo porque sabrían que los estábamos esperando, listos para arrasarlos. Sin embargo parecía que no se daban cuenta. El miedo lo teníamos nosotros. Y nos pasaron por arriba.
Debe haber sido allí cuando me dormí. Es raro que me haya dormido.
Ahora deben estar lejos a mis espaldas. Mis compañeros se han ido. De mí ni se dieron cuenta, seguro que por el apuro.
Cuando miro la enorme herida que me dejó la granada, no me explico como es que no duele. Siempre imagine que sería insoportable un dolor semejante.
Como esa vez cuando al ir a buscar el moro al potrero me enganche con el alambre de púas en la espalda. Mi papá se dio cuenta de inmediato y no se como hizo, pero me desenganchó en un santiamén. Si me viera ahora, seguro que algo haría para curarme.
Como hacía mi mamá, cuando no podía respirar bien, me frotaba una pomada en el pecho y me adormecía escuchando el trique-trac de la máquina de coser. Parecido al tableteo de esa metralleta que se escucha para el lado del cerro.
Ese cerro no es tan verde como el Yerbabuena, allá en mi casa. Allí solíamos llevar las ovejas por un caminito que solo nosotros conocíamos. Ser pastor es un poco duro en el invierno con los fríos y las nevadas.
A mi hermano no le gustaba el frío. A mi sí. Me ponía melancólico y se me daba por escribir en el cuaderno de la escuela algunos versos para Cecilia.Eran de amor, pero solo yo los leía.
Este frío es distinto.
Al principio nos atravesaba el gabán, el blusón y la camiseta como si nada. El oficial nos decía que éramos unos cagones porque veníamos del norte. Después un porteño nos avivó y empezamos a ponernos diarios bajo la blusa y también en los borcegos. Algo mejoró. Solo la lluvia no perdonaba. A veces podíamos meternos bajo las lonas de la cobertura del cañón de 105, cuando el cabo se descuidaba y no la pasábamos tan mal. Pero este frío es distinto. Este nos muerde las carnes.
Parece que acá también sopla el viento caliente del norte. Porque en realidad, ya no tengo tanto frío. Las manos que me dolían, las siento ahora tibiecitas, como cuando mi hermano me pasaba el ladrillo caliente envuelto en trapo.

-¡Piru, Piru!... ¿Dónde estás?

¡Ese es mi hermano! ¡Ahora lo escuché clarito! Ya me parecía que me llamaba y sabía que era él, porque solo él me dice Piru. Desde el día que nos cambiamos los nombres. Yo le decía Lulo pero se llamaba Roberto y él me puso Piru.
¡Otra vez me llamó! Es muy extraño. El Lulo, pobrecito, murió hace mas de tres años y además... que va a estar haciendo aquí.

Me estoy sintiendo mejor. Debe ser por la frazada nueva que me puso la mami. La tejió en el telar. Como estoy un poco engripado me dejaron que me quede en la cama y falte a la escuela. Mamá ya me va a traer el té con azúcar quemada. Eso me hace bien.

¡Otra vez el Lulo! ¿Para que me llama si sabe que no puedo salir a jugar? Mi papi, en cuanto lo sienta lo va a retar. Estoy cansado y no tengo ganas de hacer nada, pero estoy bien.
Voy a dormir un poco, para que mañana este mejor y pueda ir a la escuela. No es que me guste la escuela. Voy porque también va Cecilia y ella sí que me gusta. Me voy a dormir pensando en ella y también en la mami que me dijo que iba a hacer milanesas, mi comida preferida. Siempre que estoy enfermo me da con todos los gustos.
Cuando me despierte seguro que va a estar a mi lado.A ella le gusta mirarme cuando duermo.


Juan José García Zalazar

No hay comentarios: