miércoles, 30 de septiembre de 2009

Detalles


Detalles

En el ejército aprendí buena parte de lo que conozco. Lo demás es producto de la experiencia. No al vicio hace veinticinco años que laburo en esto. Es un trabajo de rutina.
Uno aprende a ser rutinario. Además hay que ser curioso y detallista. La rutina y el detalle han hecho de mí un tipo exitoso. Nunca me faltó trabajo ni aún en las peores épocas. Los colegas opinan que mi característica (y que me hace distinto al resto) es precisamente el detalle. Esa manía que tengo de fijarme en cosas que a los demás se les pasa por alto .Gracias a eso, ya son varias las ocasiones en que he podido salir airoso a pesar que todo presagiaba que me encontraría con un fracaso.
Como la vez aquella que tenía que hacer un trabajo y observé que el guardaespaldas de mi objetivo iba al baño una vez por hora. Me enteré que no podía aguantar mucho tiempo sin ir a orinar. Su patrón se quedaba sin protección durante cinco minutos. Era lo que me hacía falta para poder operar con total tranquilidad.La cosa hubiera sido distinta estando presente su custodio que todos sabíamos que era de lo mejor que había en plaza. Cinco minutos en el baño, todo un detalle.
Quizás por eso del detalle, que arrastro desde chiquito, fue lo que pasó.
Este laburo era un poco distinto a los demás. Debía operar sobre una joven contratado por otra mujer.
El acuerdo se realizó por teléfono en un principio y solo vi a mi clienta en ocasión de recibir el cincuenta por ciento del pago convenido. Ya para entonces tenia toda la información necesaria. Creo que ya dije que a pesar de lo rutinario que he llegado a ser, no dejo de realizar mi trabajo con la seriedad que me caracteriza. El día que me de cuenta que estoy perdiendo el amor por esto, abandono y me voy a vivir en la casita que tengo en el campo.
A decir verdad, ya había algunos indicios que me indicaban que estaba perdiendo profesionalidad.
Cada vez que tengo un cliente trato de tener una apreciación cercana de la persona sobre la que debo actuar. Esta chica tenía escasos treinta años. Trabajaba en el bar de un hotel cinco estrellas como camarera. Fui a tomar un café para verla de cerca. Era realmente bonita, y muy simpática. Tanto me gustó que fui un par de veces más a tomar algo y leer el diario. Solo para verla. Me dio un poco de pena que fuera el objeto de mi trabajo. Me parece que me estoy poniendo blando y eso es peligroso en estos menesteres
Pero hice mi trabajo. Tampoco se trata de tirar por la borda una carrera de veinticinco años y el prestigio adquirido. De esto vivo yo y todo lo que tengo es fruto de mi esfuerzo.
Y nuevamente el detalle. La señorita tenía en uno de sus ojos azules una manchita celeste. Puedo decir de que ojo era. El derecho. Las pocas veces que la vi estaba perfectamente arreglada con un maquillaje tan suave que parecía natural y el cabello impecable. ¡Ah! olvidaba decir que una de las cosas en que me fijo, es si la gente tiene el cabello limpio.
Cuando terminé con el encargo y fui a retirar el resto del dinero, mi empleadora me hizo pasar al comedor principal. Tomé asiento y la miré cuando se iba a buscar el dinero (sentía la tibieza del arma en el bolsillo) Tenía puestas unas chinelas raídas y cubría su cuerpo con una salida de baño vieja con manchas en el pecho. Todos detalles que de algún modo hizo que tomase la determinación. Porque cuando trajo la plata y se puso a contarla delante de mí y a escasos centímetros, pude ver, casi diría oler, la suciedad de su pelo grasoso.
Fue mas fuerte que yo .Saque la pistola y le pegué cinco tiros. Los cinco balazos se los di en la cabeza formando una flor casi perfecta.

Hasta en eso cuido los detalles.

Juan José García Zalazar

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